Tuvo fiebre un día y medio. Le dolía la cabeza y un poco el cuerpo. Así se dio cuenta Sergio Juárez de que lo suyo era dengue. Se hizo un análisis y el resultado fue positivo. Era miércoles 6 de marzo. El médico lo mandó a hacer reposo en su casa de Villa Quinteros, al sur de la provincia. Tenía que hidratarse y seguir una dieta. De a poco empezó a recuperarse y 10 días después le dieron el alta. Cuando retomó su vida normal, no imaginó que iba a vivir una pesadilla como consecuencia de la enfermedad que transmite el mosquito Aedes aegypti.
“Pasaron 48 horas del alta y empecé a percibir un hormigueo en las manos. Se sentía muy raro. Luego, mis piernas estaban más débiles. Cada día estaba peor. Me costaba, por ejemplo, subir al auto. Si estaba sentado, no me podía parar solo. Cuando fui al médico, me volvieron a repetir los análisis y para sorpresa de todos me salieron bien. Se apuntaba que era una recaída del dengue y, según me decían, podía estar deshidratado. Me pusieron suero en mi casa, pero no mejoraba. En una de las consultas en el hospital me dijeron que pusiera de mi parte, que ya me iba a recuperar”, relata el hombre de 45 años.
El dolor iba aumentando cada vez más. “Les repetía a todos los médicos y a mi familia que no estaba bien”, recuerda Sergio, que está casado, tiene dos hijas y se dedica a la comercialización de papas. Mientras pasaban las horas, él iba perdiendo la sensibilidad. Ya no podía ni agarrar el teléfono; los dedos tampoco le funcionaban para escribir un mensaje. “Era desesperante”, describe. Lo que siguió fue una seguidilla de estudios en una clínica privada de Concepción, para ver si podían descubrir qué es lo que realmente tenía. “No había ni sospechas ni posibles diagnósticos. Me hicieron ecografías y radiografías. Hasta que un médico clínico pidió una interconsulta con un neurólogo. El especialista Ernesto González, apenas me vio, sospechó que era una rara enfermedad, que podía ser secuela de dengue y que se llama síndrome de Guillain-Barré. Jamás la había escuchado”, detalla Juárez, que todavía muestra el asombro y susto que sintió cuando le nombraron la patología.
Con ese panorama, fue trasladado de urgencia a San Miguel de Tucumán porque si el diagnóstico era positivo la vida de Sergio corría mucho riesgo. El síndrome de Guillain-Barré es una afección causada por una falla en el sistema inmunológico para combatir las infecciones internas porque el organismo se confunde y ataca a los nervios periféricos del cuerpo.
“Me trasladé de forma particular. Ingresé a la guardia del sanatorio e inmediatamente me llevaron a la terapia intensiva; estaba muy descompensado. Esa misma noche me hicieron análisis, tomografías y una punción lumbar. A las pocas horas me confirmaron el diagnóstico positivo de la enfermedad y me empezaron a tratar con inmunoglobulina. De a poco, los dolores empezaron a ceder” relata.
Sergio estuvo siete días en terapia. Se recuperó lentamente. De todas formas, sufrió parálisis en su rostro: en la zona del ojo izquierdo y en la boca. Estuvo un tiempo largo sin poder caminar. Tuvo que realizar rehabilitación y hoy, dos meses después, todavía se ejercita para recuperar la fuerza que perdió.
Nunca imaginó que una enfermedad como el dengue podía provocar tantas cosas. Y quiere que su historia se conozca para que otras personas puedan actuar a tiempo si tienen los mismos síntomas. “Puede llegar a afectar el aparato respiratorio y el corazón de manera mortal si no se trata a tiempo. Este síndrome Guillain-Barré, según me explicaron los médicos, puede progresar y ser más invasivo; de hecho en mi caso yo podría haber presentado un paro cardíaco o me podría haber afectado la parte pulmonar si no lo descubrían y trataban a tiempo. Yo podría haber muerto”, resume, todavía angustiado.
Otros casos
En Tucumán, el caso de Juárez no es el único. También en hospitales públicos se han detectado al menos dos o tres pacientes con el mismo trastorno neurológico relacionado al dengue.
En medio de una epidemia que ya es histórica por la cantidad de casos y de muertes (oficialmente hay más de 57.000 contagios en nuestra provincia y 11 fallecimientos) los médicos están viendo cada vez más secuelas de la enfermedad. Las más descriptas por los pacientes son decaimiento, cefaleas y dolor de articulaciones que pueden extenderse hasta por seis meses o más.
“Hace 20 días tuve la enfermedad. Aún me canso mucho y siento dolores de cabeza”, describe Guadalupe Gilabert. Marcela García hace más de un mes sigue percibiendo dolores de cintura. “A veces siento que se me paralizan los dedos de las manos o los pies, y me duelen los huesos. Cada vez que me da el sol siento que la piel me arde mucho. Además, el gusto a amargo con algunas comidas lo sigo teniendo”, describe Lizzy Figueroa.
Otros pacientes, como Lorena Correa, ha notado que se le cae mucho el cabello y hay días que se siente muy cansada, casi sin fuerzas. Evelyn Lizárraga sufrió algo parecido: “me canso mucho más que antes, me quedó doliendo un tiempo el cuello y se me cayó muchísimo el pelo”.
Martín Carabajal todavía se marea y todo lo que come le cae mal. “El daño hepático es una complicación frecuente que puede aparecer con el dengue, según me dijo el médico. Estoy medicado y siguiendo una dieta”, relató.
Si bien en la mayoría de las veces el dengue no deja secuelas, los médicos ven que los síntomas y consecuencias de la enfermedad en algunos pacientes pueden prolongarse más allá de la duración del cuadro viral, explica el médico infectólogo Marcelo Quipildor, quien ha investigado las secuelas de la patología y asegura que estas pueden afectar la calidad de vida del paciente. Hay personas que seis meses después de la infección tienen decaimiento o fatiga, dolor de cabeza, y dolor en las articulaciones. La falta de concentración y el deterioro de la memoria son otros de los síntomas que pueden aparecer posteriores a la patología. Si bien son infrecuentes, pueden existir complicaciones oculares, neurológicas, cardiovasculares o alteraciones hepáticas, entre otras.